Imperial Riot
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Mensaje por Hyde Mar Mayo 08, 2012 1:19 am

La noche estaba lluviosa a las afueras del Imperial Riot. Veía desde las ventanas cómo se las arreglaban las personas para no ser vilmente empapados por la lluvia. Muchas corrían para huir de las gotas que caían del firmamento y otras, huían a esconderse debajo de los demás edificios. Por suerte, él observaba el panorama de lo más entretenido desde el cálido cobijo –si así podría llamarse- del casino. No estaba empapado y algunos clientes llegaban hecho un pequeño revoltijo. El clima llevaba así desde hacía unos días. Estaba sentado de forma amena en el recibidor hasta que otros clientes comenzaron a llegar y todo el lugar, tanto por clientes y no clientes, se empezó a llenar. No era antipático pero a veces no le iba mal escabullirse un rato de toda la multitud. Así en menos de lo que canta un gallo, su cabellera rubia destellante se perdió en medio del montón de personas del recibidor. Más lejos de esa área, todo estaba más calmado. Las personas estaban entretenidas con sus respectivos empleados favoritos, otros hacían fechorías en las esquinas del Riot y él sólo continuó caminando. A alguno que conocía la dedicaba una sonrisa y a los demás les pasaba por el lado al cual pared.

Al seguir caminando por el lugar que tan bien conocía se vio tentado a entrar a allí: la sala de piano. Esbozó una pequeña sonrisa y como si de una travesura tratara, miró primero a la izquierda y luego a la derecha, siendo así como se adentro de una a la sala. Era inmensa y estaba vacía. Amaba el hecho de que los ventanales tuvieran una gran vista hacia la ciudad y más aún que las gotas cristalinas se deslizaran por la liza superficie. Volvió a sonreír por segunda vez y con los pasos que hacían eco, caminó hasta donde estaba uno de los pianos y tuvo que subir el “pequeño escalón” que los separaban. Más que dirigirse al instrumento se encaminó al ventanal para poner una mano sobre el cristal, mirando todavía a toda esa gente escabullirse por ahí para evitar mojarse. Las luces se veían en todo su esplendor y ello causara que se viera el constante golpetear de las cristalinas gotas chocar contra el asfalto. Un rayo iluminó el cielo y sus ojos se abrieron en señal de sorpresa. La tormenta amenazaba con empeorar, las personas seguían corriendo y él estaba a salvo contra la intemperie en medio de esas cuatro paredes y el techo.
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